Asuntos Prácticos: El Sentido de la Tierra.
Nietzsche "¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no..." |
Más allá de paraísos
ultraterrenos y sobrenaturales, de nirvanas, edenes idílicos
irrealizados, más allá del cielo o del infierno, o más bien, más
acá de todo eso, está la Tierra. La Tierra está como planeta, como
elemento y como conciencia. Ella soporta y favorece nuestro pisar,
mayoritariamente infame, agresivo y anti ecológico, sobre su redondo
cuerpo siempre sostenedor y nutricio. Prueba a irte a venus por un
momento, con una temperatura media de 200º C y una atmósfera
compuesta principalmente de azufre. No duraríamos ni un segundo. Sin
embargo mama Tierra nos sostiene, nos sustenta y nos protege en todo
momento. Este planeta está vivo, pariendo vida constantemente. Este
es el Edén soñado, la tierra prometida, no la busquemos en ninguna
otra parte. Todo lo que en ella acontece, la tierra como escenario de
nuestras grandezas y nuestras miserias, tiene un sentido, un sentido
terrenal y cotidiano. Desde el despuntar del alba, la flor que se
abre para entregar su perfume, la sonrisa del desconocido, las
bocinas de los coches y la flauta del pedigüeño, la luz incidiendo
en cada objeto desvelando su color, las sombras de los árboles, las
gotas de lluvia en el cristal, el desierto interminable, las cumbres
nevadas, los ojos del amante, el aliento enamorado, el sexo y sus
olores, la caspa y el sudor, la mosca porculera y el humo de la
chimenea. Todo tiene un sentido, está puesto para nosotros. Incluso
todas estas cosas violentas y crudas que están sucediendo hoy. Todo
está puesto aquí para nuestro perfeccionamiento. Creo firmemente en
la naturaleza bondadosa de este Universo, no sobra nada,
todoincluyente y todoabarcante.
Om.
Bhur Bhuvah Svaha
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La clasificación
biológica de los seres sintientes, en el reino animal, vegetal,
mineral que la ciencia actual propone, desconsidera, en nuestra
opinión, la relación de los seres humanos con las flores, con los
árboles y con las montañas. Los seres humanos somos, en puridad,
como las flores, los árboles y las montañas, seres verticales.
Párese usted un momento sobre sus pies, eleve el tronco y relaje los
hombros, la mandíbula y la frente, tome contacto con su respiración,
hágase consciente de su propia naturaleza vertical. Así,
tranquilamente respirando, ¿se siente usted más cerca de los simios
o de las montañas? ¿Siente esa parte de usted que siempre busca
elevarse, crecer? ¿Siente la tierra bajo sus pies sosteniéndole y,
a la vez,reclamándole? Somos como flechas latientes apuntando en dos
direcciones.
El yoga nos muestra nuestra relación con el cielo y con la tierra, nos vuelve receptivos hacia
el primero y activos hacia esta última. Todas las posturas, las de
yoga y todas las demás, nacen el suelo y buscan elevarse, es nuestra
naturaleza arbórea. Incluso cuando estamos tumbado si observas la
respiración siempre hay algo en nosotros tratando de elevarse. Sin
embargo, nuestra cultura ha tratado alejarse de la tierra,
desconectarse de ella, en muchos sentidos y por muchos medios, desde
las capas de alquitrán y hormigón que hemos colocado entre nuestros
pies y nuestra sagrada madre, hasta el uso de la silla o el váter,
que también es una silla para hacer pipí y popó. Antiguamente, y
actualmente hoy en muchas partes del mundo, sobretodo en las así
llamadas áreas subdesarrolladas del planeta, se hacía caca en
cuclillas. Al menos una vez al día las rodillas y las caderas eran
llevadas gentil y saludablemente a su límite anatómico,
contribuyendo no sólo a mantener nuestras articulaciones sanas y
favorecer la evacuación de los intestinos, también acercándonos a
la tierra, conectando la raíz de nuestra columna con las fuerzas
telúricas y nutricias de Pachamama. A ver quién no encuentra placer
y regocijo cuando se caga libre y jovialmente en el campo, con el
cielo por montera y las moscas azuzando en el ojete. Es una delicia
difícilmente comparable.
Ya desde chiquitos nos
sientan en una silla, bajo techo, y mirando en la misma dirección
durante las largas horas de clase. Ahí empiezan a atrofiarnos, las
caderas con la silla, y la mente con la negrura de la pizarra. Ya le
digo a ustedes que dejen a los niños y niñas andar libres y
jugando, mayoritariamente al raso y en un entorno natural. Observen
cuál es su relación con el suelo, cuán a menudo lo visitan, cómo
saltan, trepan y se alzan hacia alturas físicas e imaginativas y sus
movimientos son siempre frescos, espontáneos, graciosos y
armoniosos. Eduquemos así a nuestros pequeños y pequeñas y en un
par de generaciones nos cambia la película. Garantizado.
Igual todo es por algo,
nada sobra. Cuando doy clases yoga y le pido al personal que haga una
flexión del tronco hacia adelante, no son pocas las que no llegan a
tocar el suelo con las manos, algunas tienen que flexionar las
piernas para que las yemas de los dedos rocen el suelo, y otras ni
así. El suelo está muy lejos para algunas personas, tanto o más
que el cielo. Y entonces siempre doy las gracias porque en nuestra
sala hay muchas sillas, las mismas que nos atrofiaron las caderas y
alicataron nuestras vertebras, y se convierten en una bendición,
porque las usamos como apoyo, nos acercan el suelo a las manos y nos
permiten ir descendiendo, retornando a la tierra que nos parió, para
desde ahí elevarnos. Aquí os dejamos una muestra de lo que podemos
hacer con una silla para regresar al origen:
Salutaciones al Sol con
silla:
Para más información,
te animamos a visitar nuestro blog:
Om Paz
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