Cuando el discipulo está preparado.

No sé quien lo diría el primero, pero desde luego se lució. Porque la verdad es que llevo algunos años en esto de buscarme,  encontrame y perderme a mí mismo, mi propósito en la vida, la prosperidad y todo el pack "happy together", que vaya cruz que resulta a veces. Muchos años, y no pocas veces he pensado, Lo bien que me vendría a mí un buen maestro, una guía, que me sacara de este embrollo, o por lo menos una pista, un dedo señalando la salida, o la entrada. Acude siempre en estos casos a la mente, o si no alguien sabe como encajar la frase, la dichosa frasesita, Cuando el discípulo esta preparado aparece el maestro. Y cuántas veces no me habré dicho a mí mismo, en la intimidad, claro, que no parezca que no somos humildes que si no no aparece, cuántas veces, Pues, la verdad, yo creo que estoy preparado.Vamos, este sería el mejor momento para que apareciese el maestro. Estoy preparadísimo. Y nada, el maestro que no aparece por ninguna parte. Claro que uno siempre espera que aparezca alguien del estilo de Obi-Wan Kenobi, o el señor Miyagi, por lo menos, y, ya ves, se puede quedar uno esperando.
Con el tiempo, y la resignación que a veces arrastra, uno acaba por conformarse con maestros menos cinematográficos. Hace un par de años apareció en mi vida un perro, el Mufi, un chucho rubio, mezcla de podenco con cualquier otra raza, más listo que el hambre, un cazador de conejos inigualable.  Dormía en  nuestra terraza, pero en realidad vivía en el campo, libre. Cuando lo veía brincar entre los matorrales, saltando como una gacela, mi corazón brincaba con él, y me deshacía cuando lo veía retozar al sol, deslomado sobre la hierba, después de haber llenado la panza. Él me enseñó a disfrutar del momento presente, a husmear en el aire tibio de la tarde.
Sí, también se ha dicho que un perro puede ser un gran maestro, o un gato, o un libro, o una circunstancia. En este sentido estamos rodeados de maestros, y si no aprendemos es porque no queremos, o nos resistimos. La naturaleza , las personas, las circunstancias que nos rodean y acompañan en todo momento son, o deberían ser, nuestros ansiados maestros. Todo está puesto ahí para que aprendamos, para que mejoremos, aunque no nos guste. La realidad es el maestro que siempre está ahí, aunque el discípulo no esté preparado.

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